La Culpa y el Pecado

La culpa es una cuestión de psicólogos, moralistas y abogados. El pecado es asunto religioso.

La culpa nos lleva a vivir mal esta existencia, el pecado se arrastra aún después de la muerte.

 Los romanos tenían la MORES, de la que deriva nuestra idea de MORAL, la moral es netamente social y nos afecta solo desde el punto de vista ético. Pero muchas religiones se ocuparon de desarrollar concienzudos reglamentos éticos que trasponen el mundo concreto, para alcanzar distancias metafísicas.

 Dentro del concepto de moral entran dos instituciones sociales, la primera es la representada por las costumbres, la cultura y los tabúes. Tomando algunos de estos tabúes, se agrupan aquellos cuyo rompimiento, se considera, daña al grupo social, y forman el cuerpo de leyes de una sociedad. Esta institución es coercitiva.

 Pero hay un grupo de tabúes y conceptos morales que afectarían también a nuestra vida después de la muerte y que son cuestiones de la religión.

 Los pecados no son muy diferentes de los actos que consideramos inmorales socialmente, excepto aquellos que se refieren al pensamiento y la palabra.

 El hombre, entonces, puede ser condenado por sus semejantes por actos considerados antisociales (como no usar desodorante, por ejemplo), ilegales (robar) o pecaminosos (hacer el amor con alguien que no es tu cónyuge legal)

 Pero de todas las formas de condena, la que más me llama la atención es la que se refiere al PECADO ORIGINAL.

 Cedo a los psicólogos y sociólogos, que saben mucho mas que yo, la responsabilidad de analizar cuestiones relacionadas con la culpa, los tabúes y la cultura. Quiero analizar este tópico tan particular.

 Para quienes no lo sepan, el PECADO ORIGINAL es el que cometieron Adán y Eva en el paraíso, el primer pecado, el que dio origen a todos los demás.

 Así, que, menudo tema, si solucionamos esta cuestión ya no cargaremos culpas en nuestras vidas... 

Ustedes saben... ellos, nuestros padres originales, los primeros, comieron del árbol del bien y del mal (discernimiento?) y cayeron en pecado.

 Hace muchos años vi una película que, en mi país, se tituló: Gorilas en la Niebla, no recuerdo mucho de ella, sólo que la vida de estos gorilas, afectuosos, ocupados solo en comer hojitas y frutos, haraganeando todo el dia, se me presentó como lo más parecido imaginable al Paraíso Terrenal, comparado con nuestras corridas bancarias, monotonías de oficina y aburrimiento frente a la TV.

 

 Y luego, pensé, uno de ellos tiene una disfunción de su cerebro primitivo y comienza a razonar dialécticamente, es decir, sobre la base de los opuestos, creando valores acerca del universo natural que le rodea, separando los conceptos de agradable y desagradable, claro y oscuro, calor y frío, bien y mal.

 Existen realmente estos valores? Como tales, son creaciones del pensamiento dialéctico, no tienen existencia real. Pero alcanzaron para que todo un género de vida fuera condenado para toda la Eternidad...

 Sobre la base de esta institución conceptual (el discernimiento) elaboramos toda nuestra artillera de juicios de valor, moral, ética, estética, leyes, credos, ciencia, etc.

 Que el discernimiento es un pecado original, no lo ponemos en duda. Que sea algo condenable depende de cómo consideramos al “sentido de la vida” (evolución). Porque la aparición  del discernimiento parece ser una característica del desarrollo evolutivo de la existencia. A menos que nosotros, los seres humanos, seamos una excepción de la Ley Universal.

 Y si el discernimiento es un pecado... por que consideramos criticable o punible cualquier acto que sea contrario a las instituciones de valor originadas en nuestra propia capacidad de discernir?

 Como sea, hay algo de verdad en la condena bíblica: después de haber comido del árbol, hemos tenido que ganarnos el pan con el sudor de nuestras frentes...

 Pero, avanzando un poco más en el tema, nos encontramos con que la capacidad de discernir o, mejor dicho, la concepción dialéctica de la existencia, es la que nos lleva a la mayoría de nuestros sufrimientos cotidianos.

 Hay asuntos agradables y desagradables. Escapamos de unos y nos aferramos a los otros. Por este simple hecho, hacemos cosas indescriptibles para escapar del sufrimiento y obtener el placer.

 Pero, aún así, no hay forma de evitar que uno y el otro se turnen en el devenir de nuestras vidas.

 Entonces, deberíamos preguntarnos si la concepción dialéctica del Cosmos es, verdaderamente, discernimiento.

Discernir significa “separar lo falso de lo verdadero”. Y, haciéndolo, nos encontraríamos con que nuestro universo dialéctico está basado en conceptos temporales y, por lo tanto, fenoménicos.

 Los fenómenos poseen la característica de la temporalidad y son causados por otros fenómenos (la materia, incluso, es un fenómeno).

 Lo atemporal es la causa primigenia, la cual no tiene causa original. Pero esto es un asunto metafísico.

 Como sea, todo nuestro universo es fenoménico, inestable, mutable, cambiante, móvil... y, por lo tanto, el establecimiento de normas de cualquier tipo, debería tener la capacidad de mutar a la misma velocidad.

 Siendo así, nuestras culpas pueden resultar obsoletas después de una semana. Sin embargo, las atesoramos, como al pecado original, en un rincón de nuestra atormentada psique.

 El infierno es la memoria que vuelve y vuelve a pasarnos la misma película del pasado, una y otra vez.

 Adán y Eva, tal vez, no pecaron... sólo evolucionaron...

 Nuestra próxima etapa, si no quemamos al planeta antes, será desarrollar un tipo de discernimiento no-especulativo, diferente al actual, no basado en la concepción dialéctica del cosmos, sino en uno-pero-no-uno (uno, en apariencia dos)

 Esto conllevará una experiencia de vida asentada en el presente y no en la memoria del pasado. Por lo tanto, no deberían existir normas morales ni instituciones que, aparentemente, nos protegen de equivocarnos.

 La verdadera libertad sería parecida a la vida de aquellos gorilas en la niebla... pero con el adicional del discernimiento no-dual.

 Lo que aquí escribo no es nuevo, persiste en las entrañas de muchos escritos antiguos, como El Sutra del Loto.

 Qué pasará, si en vez de pecar, podemos TRANSFORMAR...

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