El valor de las decisiones

No existe otra cosa más importante ni provocativa en la vida que tomar decisiones.

Mientras que algunas culturas fundamentan en “la gracia” la obtención de beneficios y la relación general con la existencia, otras lo hacen en el trazado de objetivos y la toma de decisiones.

La diferencia obvia entre una y otra es que, mientras la primera es pasiva y basada en el determinismo cósmico, la segunda es activa y se basa en la propia voluntad.

Hubo un personaje en el ocultismo de mediados del siglo XIX llamado Gurdieff, quien manifestaba que la vida individual podía ser descripta en una parábola, pero que ésta era desviada por acontecimientos puntuales;  algunos de estos fenómenos provienen del exterior o son involuntarios, como un accidente, enfermedad o la intervención de otra persona; otros provienen del interior, de impulsos de cambio, transformaciones o por influjo de la voluntad.

En el budismo del Sutra del Loto, se enseña que las causas del pasado subyacen en el inconsciente esperando una circunstancia externa (causa externa) que las movilice, produciendo, entonces la manifestación de un efecto “karmico” cuyo motivo es difícil de reconocer, ya que deviene de causas muchas veces olvidadas. En este caso la manifestación de la voluntad proviene de la forma en que se encara el presente, tratando, entonces, de establecer causas para el futuro que resulten convenientes.

Combinando un poco todos estos elementos podemos decir que, si bien podríamos estar sujetos a un determinismo originado en el pasado (grabado, tal vez, en nuestro inconsciente o en la memoria genética del ADN), el futuro se presenta como una promesa de libertad que derivará de nuestras acciones del presente.

Especialmente trascendentes son las decisiones tomadas en momentos de “crisis existencial”, ya que estos constituyen inflexiones dentro de la parábola de nuestra experiencia individual.

Muchas veces oímos a personas que dicen, frente a un momento difícil en sus vidas, “es la voluntad de Dios”. Cuando la voluntad de Dios podría ser que actúen, que hagan algo, respecto a esa prueba que se les presenta.

En todos los casos, derivar la responsabilidad hacia Dios o un Mesías Salvador, es una forma infantil de eludir el desafío de la existencia.

Se me ocurre que las creencias religiosas deberían apuntar con más eficiencia a promover la toma de decisiones, que a la aceptación de un destino personal crudo y negativo.

Paradójicamente, los que hemos ejercitado la voluntad individual dentro de un marco de libertad y ética, vemos que el cosmos parece curvarse en un sentido favorable a nuestros objetivos.

Entonces, no se percibe al universo como un ente mecánico y perverso, sino como un organismo vivo, capaz de adaptarse al influjo del pensamiento.

La clave en la toma de decisiones y el posible éxito de estas, reside en seguir la curva de la vida, a favor de la vida.

Y el reconocimiento de la vía correcta, para obtener una existencia provechosa se basa en la ejercitación del discernimiento.

El discernimiento es el paso previo de la toma de decisiones. Y éste consiste en saber separar lo verdadero de lo falso. Podemos definirlo de muchas maneras; pero veremos que ésta es la que más se ajusta a un criterio práctico.

En el contexto cósmico, lo verdadero es lo que marcha en favor de la vida y lo falso es el paladín de la muerte, la ignorancia y la esclavitud.

Antes de tomar una decisión, me pregunto si el objetivo que me mueve me va a ser más libre o dependiente y cómo va a afectar a los demás.

No hay decisiones inocuas, de una u otra forma caen en el contexto de los extremos bueno/malo.

Esta práctica nos lleva, poco a poco, a decidir de forma cada vez más acertada, hasta que podemos enmarcarlas en el entorno de sabiduría.

 

Dentro de ciertos arquetipos psicológicos, en el inicio de la evolución, el individuo se caracteriza como “huérfano”, carece, depende, es la etapa infantil, necesita del cuidado materno, de Dios y el Mesías Salvador. El otro extremo de la evolución es el “mago”, él controla su destino, no busca apoyo para tomar decisiones, puede adorar a Dios, pero no comercia con Él. Sabe que la salvación es algo que está en sus propias manos.

Para los huérfanos, el mago es un adorador del demonio, un brujo.

Sin embargo, no hay herejía en la magia verdadera. Se basa en el simple hecho de discernir, saber trazar objetivos,  tomar decisiones, poner la voluntad en acción, y mover el cuerpo.

Su contrario, la indecisión y pasividad, es lo más parecido al infierno en la tierra.

En el budismo, el infierno es, justamente, la incapacidad para accionar.

Dentro de los motivos más importantes para esta incapacidad, se encuentra el miedo y, sobre todo, el miedo a errar.

El éxito ha sido y es, el paradigma de nuestra sociedad. Si hubiéramos de calificarla en forma sintética, en dos palabras, diríamos: exitista y consumista.

La búsqueda indiscriminada del éxito favorece la explotación y es por esto que la sociedad lo ve con buenos ojos. El individuo que busca el éxito es productivo... claro, también puede ser abusivo, desleal, deshonesto y ambicioso. Pero estos ya son males menores.

El individuo que se equivoca, no tiene éxito, fracasa.

¿Pero fracasa en que?

Esta es otra pregunta que hay que hacerse a menudo. Adónde orientamos nuestro esfuerzo y nuestras decisiones.

Mientras lo resuelven, seguiré procurando que mis decisiones enriquezcan mi vida interior antes que la temporera manifestación de mi personalidad social.

 

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